viernes, 2 de enero de 2009

Noche

Nos dispusimos ir hacia las altas murallas bajo las divisas que habíamos aceptado como ciertas (o de alguna utilidad). Había un recuerdo aún fresco de los normandos cuando sentíamos en el aire el perfume de la derrota que desde lejos nos llegaba, de las tierras que aún no habíamos visitado por última vez; la dignidad, los santuarios y la grandeza aún no nos habían siquiera rozado. Seríamos en la campaña unos doscientos, pocos de ellos ilesos y varios en un estado alarmante: todos pensábamos no obstante en las siete colinas y en lo que ellas guardarían.

Alguien dijo en ese momento que si se contaran algún día los sentimientos que rondaron toda aquella noche (noche en que la luna se burlaba claramente) sería un signo inequívoco de barbarie, porque los asesinatos posteriores a aquélla noche habrían de ser abominables.

Tal vez sea cierto ese dicho, como también que si alguien sabe de lo que hablan las líneas de arriba la barbarie retroceda unos pasos.



1 comentario:

Anónimo dijo...

¡No, eh! Soy la única normanda que no huele a derrota, jajajaajaa.