viernes, 30 de enero de 2009

Tenía la ilusión de reconocerlo a primeras luces. Detrás del humo de aquel barcito de Corrientes -no menos meritorio que otros tantos de renombre- y el murmullo de toda esa gente que en el conjunto forman y se desdoblan en la nada misma.
Él me miró, anhelante de que lo reconociera, pero esquivé su mirada, ya sea por el humo ya sea por la nada.
En un momento nos cruzamos, pero ya era tarde. Se me venía la noche encima y él perdía los primeros entusiasmos.
Es entonces que me dije "No existe, es solo la ilusión".
Ví la última resolana y después la ambulancia.
Ese día perdí el amor, o perdí a dios, o sólo murió un hombre.
De cualquier forma me volvi atea con la ilusion de no perderme los tangos de las doce.
¿Quién dice que dios no estuviera esa tarde, o el amor, o la desgracia, detrás del humo del café y encima del resabio de la nada?-
Yo buscaba. Aposté. La banca siempre me gana.