jueves, 31 de diciembre de 2009

Nada de vuletas

Entre lobos y vampiros un camión de la alegría pide paz mundial.

Entre tanto, un grupo de gente vive de la naturaleza en la ilegalidad.

Un hombre con barbas y uñas mugrientas trata de regenerar la cultura que le consumió el cerebro.

Un tipo de bigote, camisa y zapatos marrones planea una fiesta familiar antes de la reunión que llevará a su institución a la caída democrática y el poder internacional.

Una mujer lava el piso, un ave cae en pleno vuelo, un niño se ríe con su abuelo.

Del otro lado del puente, repta una oruga y llora una flor.

Un chico toca la guitarra melancólica y grupo de jóvenes intelectuales planea llegar a la luna para salvar la economía.

Otro junte de chicos organiza medidas políticas ante la pérdida de la soberanía del pueblo.

Un tipo anda en patines a la conquista del mundo.

Una pareja planea un hijo, un perro ataca a su dueño, una planta se seca, una brisa nubla el día.

Una manada de jóvenes estudia, un numeral de individuos trabaja, otros pierden el empleo.

El café se enfría. Una chica se suicida, una chicharra grita y un elefante cae en la carrera.

Una pantalla se enciende, una joven mira atontada un monitor.

3 millones de canciones enaltecen el día, desova una tortuga, caza un león, germina una semilla, se extingue una llama. Un tipo flaco ceba mate a una chica alta.

Se forma una ola, se escucha un piropo, se hace silencio, frena un taxi.

Un hombre trata de mantener a su familia, un hombre trata de mantenerse.

Un hombre se cae, se levanta, sonríe, recuerda su última publicación.

Una pala se clava en la tierra. Una mujer guarda en un cajón su vida completa en un papel.

Una criatura se espanta. Una joven se debate su carrera frente a un libro. Un joven, un amor.

Se ensucia una hoja, se cierra una puerta. Se contamina un río, nada un pez, duerme un gato. Escribe.

viernes, 25 de septiembre de 2009

De las observaciones sobre Cañuelas podemos inferir que Lorenzo no era una casualidad. Desde su infancia tuvo rasgos parecidos a los de aquél que murió por una causa que nunca fue noble y que la historia cambió para conseguir un melodrama.
Sabía que su barrio no era el peor de todos pero influido por los suicidios colectivos quiso parecerse a lo que su padre había descripto como “el loco”. El sol era un estímulo casi inevitable en cada atardecer para los que deseaban explorar las sombras y él también sabía esto, por lo que cada vez que podía iba a mirarlo sobre el puente ferroviario.
Pensaba tal vez que desde allí la vida heroica le daba múltiples opciones y que no había manera de elegir sin desdeñar algo mejor. La angustia que le provocaba esto la camuflaba en sus días de trabajo dentro de la repartición pública, en la que escuchaba a Mariela, a Javier, a Graciela y a Martín contar las peripecias de la vida común de la gente común.
Sabía que el puente y las oficinas burócratas se parecían.
Cierta vez, al salir del trabajo y al dirigirse a la parada del colectivo se encontró con la que había amado. “Hola” le dijo ella. El fingió no conocerla y huyó en el 160.
Sabía que la amada no concretada era una incitación al puente, a la jubilación y a las ruedas del ómnibus.
Llegó a su destino y descendió.
Compró cigarrillos en el quiosco y charló con una vecina. Luego, entró al edificio.
Ya habiendo cenado y estando en una silla dentro de la cocina, fumaba mientras leía su última adquisición que relataba hechos notables del siglo xii.
De alguna forma, se sintió mejor al reinventar la realidad y pensó que eso era el puente, la oficina, la amada y el 160 en un momento intangible.
Por cierto, no lo hirió saberlo.

jueves, 27 de agosto de 2009

Gala por Salvador

Llamo a mi esposa: Gala, Galuchka, Gradiva (porque ha sido mi Gradiva); Oliva (por el óvalo de su rostro y el color de su piel); Oliveta, diminutivo catalán de oliva (aceituna); y sus delirantes derivados: Oliueta, Oriueta, Buribeta, Buriueteta, Suliueta, Solibubuleta, Oliburibuleta, Ciueta, Liueta. También la llamo Lionette, porque ruge, cuando se enoja, como el león de la Metro-Goldwyn-Mayer; Ardilla, Tapir, Pequeño Negus (porque se parece a un animado animalito selvático); Abeja (porque descubre y me trae todas las esencias que se convierten en la miel de mi pensamiento en la atareada colmena de mi cerebro). Me trajo el raro libro de magia que debía nutrir mi magia, el documento histórico que probaba irrefutablemente mi tesis cuando estaba en proceso de elaboración, la imagen paranoica que mi subconsciente deseaba, la fotografía de una pintura desconocida destinada a revelar un nuevo enigma estético, el consejo que iba a salvar del romanticismo una de mis imágenes demasiado subjetivas. También llamo a Gala Noisette Poilue-Avellana Vellosa (a causa del finísimo vello que cubre la avellana de sus mejillas); y también «campana de piel» (porque lee para mí en voz alta durante las largas sesiones de mi pintura, produciendo un murmullo como de campana de piel, gracias al cual aprendo todas las cosas que, sin ella, no llegaría a saber nunca).

sábado, 25 de julio de 2009

"Esa mujer" por Rodolfo Walsh

El coronel elogia mi puntualidad: ­
Es puntual como los alemanes ­dice.
­O como los ingleses.
El coronel tiene apellido alemán.
Es un hombre corpulento, canoso, de cara ancha, tostada.
­He leído sus cosas ­propone­. Lo felicito.
Mientras sirve dos grandes vasos de whisky, me va informando, casualmente, que tiene veinte años de servicios de informaciones, que ha estudiado filosofía y letras, que es un curioso del arte. No subraya nada, simplemente deja establecido el terreno en que podemos operar, una zona vagamente común.
Desde el gran ventanal del décimo piso se ve la ciudad en el atardecer, las luces pálidas del río. Desde aquí es fácil amar, siquiera momentáneamente, a Buenos Aires. Pero no es ninguna forma concebible de amor lo que nos ha reunido.
El coronel busca unos nombres, unos papeles que acaso yo tenga.
Yo busco una muerta, un lugar en el mapa. Aún no es una búsqueda, es apenas una fantasía: la clase de fantasía perversa que algunos sospechan que podría ocurrírseme.
Algún día (pienso en momentos de ira) iré a buscarla. Ella no significa nada para mí, y sin embargo iré tras el misterio de su muerte, detrás de sus restos que se pudren lentamente en algún remoto cementerio. Si la encuentro, frescas altas olas de cólera, miedo y frustrado amor se alzarán, poderosas vengativas olas, y por un momento ya no me sentiré solo, ya no me sentiré como una arrastrada, amarga, olvidada sombra.
El coronel sabe dónde está.
Se mueve con facilidad en el piso de muebles ampulosos, ornado de marfiles y de bronces, de platos de Meissen y Cantón. Sonrío ante el Jongkind falso, el Fígari dudoso. Pienso en la cara que pondría si le dijera quién fabrica los Jongkind, pero en cambio elogio su whisky.
El bebe con vigor, con salud, con entusiasmo, con alegría, con superioridad, con desprecio. Su cara cambia y cambia, mientras sus manos gordas hacen girar el vaso lentamente. ­
Esos papeles ­dice.
Lo miro.
­Esa mujer, coronel.
Sonríe. ­
Todo se encadena ­filosofa.
A un potiche de porcelana de Viena le falta una esquirla en la base. Una lámpara de cristal está rajada. El coronel, con los ojos brumosos y sonriendo, habla de la bomba. ­
La pusieron en el palier. Creen que yo tengo la culpa. Si supieran lo que he hecho por ellos, esos roñosos. ­
¿Mucho daño? ­pregunto. Me importa un carajo. ­
Bastante. Mi hija. La he puesto en manos de un psiquiatra. Tiene doce años ­dice.
El coronel bebe, con ira, con tristeza, con miedo, con remordimiento.
Entra su mujer, con dos pocillos de café.
Contale vos, Negra.
Ella se va sin contestar; una mujer alta, orgullosa, con un rictus de neurosis. Su desdén queda flotando como una nubecita. ­
La pobre quedó muy afectada ­explica el coronel­. Pero a usted no le importa esto.
­¡Cómo no me va a importar!... Oí decir que al capitán N y al mayor X también les ocurrió alguna desgracia después de aquello.
El coronel se ríe. ­
La fantasía popular -dice-. Vea cómo trabaja. Pero en el fondo no inventan nada. No hacen más que repetir.
Enciende un Marlboro, deja el paquete a mi alcance sobre la mesa.
-Cuénteme cualquier chiste -dice.
Pienso. No se me ocurre.
­Cuénteme cualquier chiste político, el que quiera, y yo le demostraré que estaba inventado hace veinte años, cincuenta años, un siglo. Que se usó tras la derrota de Sedán, o a propósito de Hindenburg, de Dollfuss, de Badoglio.
-¿Y esto? ­
La tumba de Tutankamón -dice el coronel-. Lord Carnavon. Basura.
El coronel se seca la transpiración con la mano gorda y velluda.
-Pero el mayor X tuvo un accidente, mató a su mujer. ­
¿Qué más? ­dice, haciendo tintinear el hielo en el vaso.
-Le pegó un tiro una madrugada. ­
La confundió con un ladrón ­sonríe el coronel . Esas cosas ocurren. ­
Pero el capitán N. . . ­
Tuvo un choque de automóvil, que lo tiene cualquiera, y más él, que no ve un caballo ensillado cuando se pone en pedo. ­
¿Y usted, coronel? ­
Lo mío es distinto ­dice­. Me la tienen jurada.
Se para, da una vuelta alrededor de la mesa. ­
Creen que yo tengo la culpa. Esos roñosos no saben lo que yo hice por ellos. Pero algún día se va a escribir la historia. A lo mejor la va a escribir usted.
­Me gustaría. ­
Y yo voy a quedar limpio, yo voy a quedar bien. No es que me importe quedar bien con esos roñosos, pero sí ante la historia, ¿comprende?
­Ojalá dependa de mí, coronel.
­Anduvieron rondando. Una noche, uno se animó. Dejó la bomba en el palier y salió corriendo. Mete la mano en una vitrina, saca una figurita de porcelana policromada, una pastora con un cesto de flores.
-Mire.
A la pastora le falta un bracito.
­Derby -dice. Doscientos años.
La pastora se pierde entre sus dedos repentinamente tiernos. El coronel tiene una mueca de fierro en la cara nocturna, dolorida. ­
¿Por qué creen que usted tiene la culpa? ­
Porque yo la saqué de donde estaba, eso es cierto, y la llevé donde está ahora, eso también es cierto. Pero ellos no saben lo que querían hacer, esos roñosos no saben nada, y no saben que fui yo quien lo impidió.
El coronel bebe, con ardor, con orgullo, con fiereza, con elocuencia, con método.
-Porque yo he estudiado historia. Puedo ver las cosas con perspectiva histórica. Yo he leído a Hegel. ­
¿Qué querían hacer? ­
Fondearla en el río, tirarla de un avión, quemarla y arrojar los restos por el inodoro, diluirla en ácido. ¡Cuanta basura tiene que oír uno! Este país está cubierto de basura, uno no sabe de dónde sale tanta basura, pero estamos todos hasta el cogote. ­
Todos, coronel. Porque en el fondo estamos de acuerdo, ¿no? Ha llegado la hora de destruir. Habría que romper todo.
-Y orinarle encima. ­
Pero sin remordimientos, coronel. Enarbolando alegremente la bomba y la picana. ¡Salud! -digo levantando el vaso.
No contesta. Estamos sentados junto al ventanal. Las luces del puerto brillan azul mercurio. De a ratos se oyen las bocinas de los automóviles, arrastrándose lejanas como las voces de un sueño. El coronel es apenas la mancha gris de su cara sobre la mancha blanca de su camisa. ­
Esa mujer ­le oigo murmurar­. Estaba desnuda en el ataúd y parecía una virgen. La piel se le había vuelto transparente. Se veían las metástasis del cáncer, como esos dibujitos que uno hace en una ventanilla mojada.
El coronel bebe. Es duro.
­Desnuda ­dice­. Éramos cuatro o cinco y no queríamos mirarnos. Estaba ese capitán de navío, y el gallego que la embalsamó, y no me acuerdo quién más. Y cuando la sacamos del ataúd -el coronel se pasa la mano por la frente­, cuando la sacamos, ese gallego asqueroso...
Oscurece por grados, como en un teatro. La cara del coronel es casi invisible. Sólo el whisky brilla en su vaso, como un fuego que se apaga despacio. Por la puerta abierta del departamento llegan remotos ruidos. La puerta del ascensor se ha cerrado en la planta baja, se ha abierto más cerca. El enorme edificio cuchichea, respira, gorgotea con sus cañerías, sus incineradores, sus cocinas, sus chicos, sus televisores, sus sirvientas, Y ahora el coronel se ha parado, empuña una metralleta que no le vi sacar de ninguna parte, y en puntas de pie camina hacia el palier, enciende la luz de golpe, mira el ascético, geométrico, irónico vacío del palier, del ascensor, de la escalera, donde no hay absolutamente nadie y regresa despacio, arrastrando la metralleta. ­
Me pareció oír. Esos roñosos no me van a agarrar descuidado, como la vez pasada.
Se sienta, más cerca del ventanal ahora. La metralleta ha desaparecido y el coronel divaga nuevamente sobre aquella gran escena de su vida.
­...se le tiró encima, ese gallego asqueroso. Estaba enamorado del cadáver, la tocaba, le manoseaba los pezones. Le di una trompada, mire -el coronel se mira los nudillos­, que lo tiré contra la pared. Está todo podrido, no respetan ni a la muerte. ¿Le molesta la oscuridad?
­No. ­
Mejor. Desde aquí puedo ver la calle. Y pensar. Pienso siempre. En la oscuridad se piensa mejor.
Vuelve a servirse un whisky. ­
Pero esa mujer estaba desnuda -dice, argumenta contra un invisible contradictor-. Tuve que taparle el monte de Venus, le puse una mortaja y el cinturón franciscano.
Bruscamente se ríe.
­Tuve que pagar la mortaja de mi bolsillo. Mil cuatrocientos pesos. Eso le demuestra, ¿eh? Eso le demuestra.
Repite varias veces "Eso le demuestra", como un juguete mecánico, sin decir qué es lo que eso me demuestra.
-Tuve que buscar ayuda para cambiarla de ataúd. Llamé a unos obreros que había por ahí. Figúrese como se quedaron. Para ellos era una diosa, qué sé yo las cosas que les meten en la cabeza, pobre gente. ­
¿Pobre gente? ­
Sí, pobre gente.­El coronel lucha contra una escurridiza cólera interior­. Yo también soy argentino. ­
Yo también, coronel, yo también. Somos todos argentinos. ­
Ah, bueno ­dice.
­¿La vieron así?
­Sí, ya le dije que esa mujer estaba desnuda. Una diosa, y desnuda, y muerta. Con toda la muerte al aire, ¿sabe? Con todo, con todo...
La voz del coronel se pierde en una perspectiva surrealista, esa frasecita cada vez más rémova encuadrada en sus líneas de fuga, y el descenso de la voz manteniendo una divina proporción o qué. Yo también me sirvo un whisky. ­
Para mí no es nada -dice el coronel­. Yo estoy acostumbrado a ver mujeres desnudas. Muchas en mi vida. Y hombres muertos. Muchos en Polonia, el 39. Yo era agregado militar, dése cuenta. Quiero darme cuenta, sumo mujeres desnudas más hombres muertos, pero el resultado no me da, no me da, no me da... Con un solo movimiento muscular me pongo sobrio, como un perro que se sacude el agua. ­
A mí no me podía sorprender. Pero ellos... ­
¿Se impresionaron? ­
Uno se desmayó. Lo desperté a bofetadas. Le dije: "Maricón, ¿ésto es lo que hacés cuando tenés que enterrar a tu reina? Acordate de San Pedro, que se durmió cuando lo mataban a Cristo." Después me agradeció.
Miró la calle. "Coca" dice el letrero, plata sobre rojo. "Cola" dice el letrero, plata sobre rojo. La pupila inmensa crece, círculo rojo tras concéntrico círculo rojo, invadiendo la noche, la ciudad, el mundo. "Beba". ­
Beba ­dice el coronel.
Bebo. ­
¿Me escucha?
-Lo escucho.
Le cortamos un dedo.
­¿Era necesario?
El coronel es de plata, ahora. Se mira la punta del índice, la demarca con la uña del pulgar y la alza. ­
Tantito así. Para identificarla.
-¿No sabían quién era?
Se ríe. La mano se vuelve roja. "Beba". ­
Sabíamos, sí. Las cosas tienen que ser legales. Era un acto histórico, ¿comprende?
­Comprendo.
-La impresión digital no agarra si el dedo está muerto. Hay que hidratarlo. Más tarde se lo pegamos. ­
¿Y?
­Era ella. Esa mujer era ella. ­
¿Muy cambiada? ­
No, no, usted no me entiende. lgualita. Parecía que iba a hablar, que iba a... Lo del dedo es para que todo fuera legal. El profesor R. controló todo, hasta le sacó radiografías. ­
¿El profesor R.?
-Sí. Eso no lo podía hacer cualquiera. Hacía falta alguien con autoridad científica, moral.
En algún lugar de la casa suena, remota, entrecortada, una campanilla. No veo entrar a la mujer del coronel, pero de pronto esta ahí, su voz amarga, inconquistable. ­
¿Enciendo?
­No. ­
Teléfono.
­Deciles que no estoy.
Desaparece. ­
Es para putearme ­explica el coronel-. Me llaman a cualquier hora. A las tres de la madrugada, a las cinco.
-Ganas de joder ­digo alegremente. ­
Cambié tres veces el número del teléfono. Pero siempre lo averiguan. ­
¿Qué le dicen? ­
Que a mi hija le agarre la polio. Que me van a cortar los huevos. Basura.
Oigo el hielo en el vaso, como un cencerro lejano. ­
Hice una ceremonia, los arengué. Yo respeto las ideas, les dije. Esa mujer hizo mucho por ustedes. Yo la voy a enterrar como cristiana. Pero tienen que ayudarme.
El coronel está de pie y bebe con coraje, con exasperación, con grandes y altas ideas que refluyen sobre él como grandes y altas olas contra un peñasco y lo dejan intocado y seco, recortado y negro, rojo y plata. ­
La sacamos en un furgón, la tuve en Viamonte, después en 25 de Mayo, siempre cuidándola, protegiéndola, escondiéndola. Me la querían quitar, hacer algo con ella. La tapé con una lona, estaba en mi despacho, sobre un armario, muy alto. Cuando me preguntaban qué era, les decía que era el transmisor de Córdoba, la Voz de la Libertad.
Ya no sé dónde está el coronel. El reflejo plateado lo busca, la pupila roja. Tal vez ha salido. Tal vez ambula entre los muebles. El edificio huele vagamente a sopa en la cocina, colonia en el baño, pañales en la cuna, remedios, cigarrillos, vida, muerte.
-Llueve -dice su voz extraña.
Miro el cielo: el perro Sirio, el cazador Orión. ­
Llueve día por medio ­dice el coronel-. Día por medio llueve en un jardín donde todo se pudre, las rosas, el pino, el cinturón franciscano.
Dónde, pienso, dónde. ­
¡Está parada! -grita el coronel­. ¡La enterré parada, como Facundo, porque era un macho! Entonces lo veo, en la otra punta de la mesa. Y por un momento, cuando el resplandor cárdeno lo baña, creo que llora, que gruesas lágrimas le resbalan por la cara. ­
No me haga caso -dice, se sienta­. Estoy borracho.
Y largamente llueve en su memoria.
Me paro, le toco el hombro. ­
¿Eh? -dice­ ¿Eh? -dice.
Y me mira con desconfianza, como un ebrio que se despierta en un tren desconocido.
-¿La sacaron del país?
-Sí.
­¿La sacó usted? ­
Sí.
-¿Cuántas personas saben? ­
Dos. ­
¿El Viejo sabe?
Se ríe.
-Cree que sabe. ­
¿Dónde?
No contesta. ­
Hay que escribirlo, publicarlo. ­
Sí. Algún día.
Parece cansado, remoto.
­¡Ahora! ­me exaspero­. ¿No le preocupa la historia? ¡Yo escribo la historia, y usted queda bien, bien para siempre, coronel!
La lengua se le pega al paladar, a los dientes.
-Cuando llegue el momento... usted será el primero... ­
No, ya mismo. Piense. Paris Match. Life. Cinco mil dólares. Diez mil. Lo que quiera.
Se ríe.
­¿Dónde, coronel, dónde?
Se para despacio, no me conoce. Tal vez va a preguntarme quién soy, qué hago ahí.
Y mientras salgo derrotado, pensando que tendré que volver, o que no volveré nunca. Mientras mi dedo índice inicia ya ese infatigable itinerario por los mapas, uniendo isoyetas, probabilidades, complicidades. Mientras sé que ya no me interesa, y que justamente no moveré un dedo, ni siquiera en un mapa, la voz del coronel me alcanza como una revelación. ­
Es mía -dice simplemente­. Esa mujer es mía.

jueves, 23 de julio de 2009

martes, 21 de julio de 2009

Francesca Woodman








Mujer blanco y negro, y un poco de leche...

lunes, 20 de julio de 2009

"¿Qué es la matemática?" por Adrián Paenza

"Si hoy parara a una persona por la calle y le preguntara "¿qué es la matemática?", probablemente contestaría que es el estudio o la ciencia de los números. Lo cierto es que esta definición tenía vigencia hace unos 2500 años. O sea, que la información que tiene el ciudadano común sobre una de las ciencias básicas es equivalente a la de ¡veinticinco siglos atrás! ¿Hay algún otro ejemplo tan patético en la vida cotidiana?

En ese tiempo, la humanidad ha recorrido un camino tan largo y tan rico que creo que podríamos aspirar a tener una respuesta un poco más actual.Es probable que la mayoría de la gente esté dispuesta a aceptar que la matemática hace aportes valiosos en los diferentes aspectos de la vida diaria, pero no tiene idea de su esencia ni de la investigación que se hace actualmente en matemática, ni hablar de sus progresos y expansión.

Para lograr captar algo de su espíritu, acompáñeme en este viaje que sirve para refrescar –a muy grandes rasgos– los primeros pasos y la evolución de la matemática a través del tiempo. La respuesta a la pregunta –¿qué es la matemática?– ha variado mucho en el transcurso de la historia.

Hasta unos 500 años antes de Cristo, aproximadamente, la matemática era –efectivamente– el estudio de los números. Me refiero, por supuesto, al período de los matemáticos egipcios y babilonios, en cuyas civilizaciones la matemática consistía casi absolutamente en aritmética. Se parecía a un recetario de cocina: haga esto y aquello con un número y obtendrá tal respuesta. Era como poner ingredientes en la batidora y hacer un licuado. Los escribas egipcios utilizaban la matemática para la contabilidad, mientras que en Babilonia eran los astrónomos los que la desarrollaban de acuerdo con sus necesidades.

Durante el período que abarcó desde los 500 años antes de Cristo hasta los 300 después de Cristo, aproximadamente 800 años, los matemáticos griegos demostraron preocupación e interés por el estudio de la geometría. Tanto que pensaron a los números en forma geométrica.

Para los griegos, los números eran herramientas. Así fue como los números de los babilonios “les quedaron chicos...”, ya no les alcanzaban. Tenían los naturales (1, 2, 3, 4, 5, etc.) y los enteros (que son los naturales más el cero y los números negativos), pero no eran suficientes.

Los babilonios ya tenían también los números racionales, o sea los cocientes entre los enteros (por ejemplo: 1/2, 5/3, -7/8, (-13/15), 7/-19, 0, 12/13, etc.), que proveían el desarrollo decimal (5,67 o 3,8479) y los números periódicos (0,4444... o 0,191919...). Estos les permitían medir, por ejemplo, magnitudes mayores que cinco, pero menores que seis. Pero aún así eran insuficientes.

Algunas escuelas como la de los “pitagóricos” (que se prometían en forma mística no difundir el saber) pretendían que todo fuera mensurable, y por eso casi enloquecieron cuando no podían “medir bien” la hipotenusa de un triángulo rectángulo cuyos catetos midieran uno. O sea, había medidas para las cuales los números de los griegos no se adecuaban o no se correspondían. Es entonces que “descubrieron” los números irracionales... o no les quedó más remedio que admitir su existencia.

El interés de los griegos por los números como herramientas y su énfasis en la geometría elevaron a la matemática al estudio de los números y también de las formas. Allí es donde empieza a aparecer algo más. Comienza la expansión de la matemática que ya no se detendrá.

De hecho, fue con los griegos que la matemática se transformó en un área de estudio y dejó de ser una mera colección de técnicas para medir y para contar. La consideraban como un objeto interesante de estudio intelectual que comprendía elementos tanto estéticos como religiosos.

Y fue un griego, Tales de Mileto, el que introdujo la idea de que las afirmaciones que se hacían en matemática podían ser probadas a través de argumentos lógicos y formales. Esta innovación en el pensamiento marcó el origen de los teoremas, pilares de las matemáticas.

Muy sintéticamente podríamos decir que la aproximación novedosa de los griegos a la matemática culmina con la publicación del famoso libro Los elementos, de Euclides, algo así como el texto de mayor circulación en el mundo después de la Biblia. En su época, este libro de matemática fue tan popular como las enseñanzas de Dios. Y como la Biblia no podía explicar al número π, lo “hacía” valer 3.

Siguiendo con esta pintura a trazos muy gruesos de la historia, es curioso que no haya habido demasiados cambios en la evolución de las matemáticas sino hasta mediados del siglo XVII, cuando –simultáneamente en Inglaterra y en Alemania– Newton, por un lado, y Leibniz, por el otro, “inventaron” el cálculo.

El cálculo abrió todo un mundo de nuevas posibilidades porque permitió el estudio del movimiento y del cambio. Hasta ese momento, la matemática era una cosa rígida y estática. Con ellos aparece la noción de “límite”: la idea o el concepto de que uno puede acercarse tanto a algo como quiera, aunque no lo alcance. Así “explotan” el cálculo diferencial, infinitesimal, etcétera.

Con el advenimiento del cálculo, la matemática que parecía condenada a contar, a medir, a describir formas, a estudiar objetos estáticos, se libera de sus cadenas y comienza a “moverse”.Los matemáticos estuvieron en mejores condiciones de estudiar el movimiento de los planetas, la expansión de los gases, el flujo de los líquidos, la caída de los cuerpos, las fuerzas físicas, el magnetismo, la electricidad, el crecimiento de las plantas y los animales, la propagación de las epidemias, etcétera.

Después de Newton y Leibniz, la matemática se convirtió en el estudio de los números, las formas, el movimiento, el cambio y el espacio. La mayor parte del trabajo inicial que involucraba el cálculo se dirigió al estudio de la física. De hecho, muchos de los grandes matemáticos de la época fueron también físicos notables. En aquel momento no había una división tan tajante entre las diferentes disciplinas del saber como la hay en nuestros días. El conocimiento no era tan vasto y una misma persona podía ser artista, matemática, física, y otras cosas más, como lo fueron, entre otros, Leonardo Da Vinci y Miguel Angel.

A partir de la mitad del siglo XVIII nació el interés en la matemática como objeto de estudio. En otras palabras, la gente comenzó a estudiar la matemática ya no sólo por sus posibles aplicaciones, sino por los desafíos que vislumbraba la enorme potencia introducida por el cálculo.

Sobre el final del siglo XIX, la matemática se había convertido en el estudio del número, de la forma, del movimiento, del cambio, del espacio y también de las herramientas matemáticas que se utilizaban para ese estudio.

La explosión de la actividad matemática ocurrida en este siglo fue imponente. Sobre el comienzo del año 1900, el conocimiento matemático de todo el mundo hubiera cabido en una enciclopedia de 80 volúmenes. Si hoy hiciéramos el mismo cálculo, estaríamos hablando de más de 100 mil tomos.

El desarrollo de la matemática incluye numerosas nuevas ramas. En alguna época las ramas eran doce, entre las que se hallaban la aritmética, la geometría, el cálculo, etcétera. Luego de lo que llamamos “explosión” surgieron alrededor de 60 o 70 categorías en las cuales se pueden dividir las diferentes áreas de la matemática. Es más, algunas –como el álgebra y la topología– se han bifurcado en múltiples subramas.

Por otro lado, hay objetos totalmente nuevos, de aparición reciente, como la teoría de la complejidad o la teoría de los sistemas dinámicos.Debido a este crecimiento tremendo de la actividad matemática, uno podría ser tildado de reduccionista si a la pregunta de “¿qué es la matemática?” respondiera: “Es lo que los matemáticos hacen para ganarse la vida”.

Hace tan sólo unos veinte años nació la propuesta de una definición de la matemática que tuvo –y todavía tiene– bastante consenso entre los matemáticos. “La matemática es la ciencia de los patterns” (o de los patrones).

En líneas muy generales, lo que hace un matemático es examinar patterns abstractos. Es decir, buscar peculiaridades, cosas que se repitan, patrones numéricos, de forma, de movimiento, de comportamiento, etcétera. Estos patterns pueden ser tanto reales como imaginarios, visuales o mentales, estáticos o dinámicos, cualitativos o cuantitativos, puramente utilitarios o no. Pueden emerger del mundo que nos rodea, de las profundidades del espacio y del tiempo o de los debates internos de la mente.

Como se ve, contestar la pregunta –¿qué es la matemática?– con un simple “es el estudio de los números”, a esta altura del siglo XXI es cuanto menos un grave problema de información, cuya responsabilidad mayor no pasa por quienes eso piensan sino de los que nos quedamos de este otro lado, disfrutando algo que no sabemos compartir."

William Eggleston





jueves, 16 de julio de 2009

Todos concordaban en que yo era una persona de lo más interesante. Yo misma lo creía. Hasta que me crucé con él y su terrible epifanía dejo en descubierto mi triste mediocridad. Tenía una particularidad en el mirar. Miraba con melancolía y zozobra al mismo tiempo con valentía y crueldad. Luego note un dejo de tristeza mezclado con un poco de temor. El era el hombre de las mil miradas y si que hacían falta en el mundo sus ojos flamantes y su penetrar de lobo estepario.

Pero un día dejó de mirarme, ese día si que fue grave. Me sentí rechazada y vuelta enaltecida. Había escapado a la genialidad de sus pupilas para volver al refugio de mis carencias ocultas detrás de veleidades. Al principio se sintió alivio, por fin volvía a fingir y ser aclamada, pero dentro de los días que encierran un enero sentí que necesitaba devuelta la mirada torva de sus ojos para no morir en la iniquidad de mis resquemores.

Lo busque en el puente, luego por la plaza, quizás pispié un rato el bar pero él ya no estaba allí. Fue entonces que entre en pánico cuando recordé sus mil miradas y decidí darle fin a tamaña condena: jamás encontraría alguien así nunca.

Afloje los cordones de mis zapatillas y partí en mi itinerario. Pase primero por la iglesia, a rezar por mi pecado inminente. Después por lo de Gabriel, quien rezó frente a una vela por mi integridad.

Por último, parada al borde de las vías esperaba el tren para lanzar un ultimo grito desgarrador y luego la paz de la muerte angelada.

Pero ahí estaba él. Del otro lado de las vías. Nos miramos. Me destruyó su último parpadeo antes de que pasara el tren. Después se evaneció como agua a primer hervor. El tren pasaba y yo al borde esperaba por su mirada escondida detrás de aquella maquina. No hubo última mirada. No hubo ni habrá. Desapareció detrás del tren para librarme de su atadura.

Hoy soy feliz con mi único mirar. Todos concuerdan en que soy de lo más interesante. Yo se que lo dicen porque solo tienen una mirada. La mirada estática de la época, o la rutilante de lo decadente.

martes, 7 de julio de 2009

Cumpleaños de una amapola

Hachan, tiran, rompen, sacan, ponen y hacen ruido
indignándonos con sus proyectos sin sentido
Demolieron la manzana de al lado de la plaza
para hacer un centro comercial tan grande y grasa

Salvese quien pueda - Juana Molina

viernes, 3 de julio de 2009

Flotaba en el aire
Envilecido
Flotaba en el claro
Con las matas como testigo.

Fue de abajo que lo mire
Y admire su alevosía
Su vuelo pernicioso
Su despegar de la tierra

Esa misma que le dio los ojos
Para admirar la belleza
Y aquella también que se los vendó
Para ocultar miserias.

Y ahora solo te pido que bajes.
Como un dios desciendas del cielo
A besarme los labios
A acariciar los resabios de mi alma

Solo baja un poco
Así puedo ver tu mirada
Ahora solo veo tus pies
Y tu actitud respingada

Tengo sensación de verte
Estimulo de tenerte
Anhelo de perderte
Pero por sobre todo tengo

El deseo mudo de entenderte
Y que desciendas al infierno de mis piernas
Y jamás decaigas al mutismo de mis ojos
Por fin pongo fin al enojo

Y tan solo digo
Baja ya.

lunes, 25 de mayo de 2009

domingo, 10 de mayo de 2009

No puedo renegar de lo que fue.

No hay nada más estúpido, nada más anodino, que verter en el pasado algún poder de influencia en el presente y menos aun en el futuro, tan incierto, tan soluble y poco concebible que se me escapa a mí entender tal figura.

Entonces, quizás el paso esté entre esas dos certezas que tengo. No hay olvido, tampoco estigma ni destino.

Oscilar entre lo que fue y lo que es, como un tanguero, alabar el pasado o destronarlo para mandarlo al mismo infierno, descreer de este presente, manejarlo a mi antojo, y según mis pulsiones, y cuando pueda sacar algo en concreto. Que no será un pensamiento, ni será recordado, sino la lágrima pudiente, y la sonrisa impoluta.

Tengo el poder, como así cualquiera lo tiene, de detener el recuerdo en tal lugar, en el ya acometido espacio y solo eso. O puedo perpetrarlo por siempre, para darle calidad de presente continuo y nunca dejarlo ir.

Las cosas sin fines, las cosas eternas, se vuelven terribles por la calidad de mediocre. Algo sostenido sin fin evidente, una línea eterna hacia no se sabe donde, se desprende de lo cuantificable, se vuelve misterio, y de tanto trascender, aburre al ingenio, que no tolera el tedio y pierde sentido.

Es entonces, que quiero fin. A todo lo sucedido, y lo que devenga de mis acciones o sentimientos. Todo con fin, así el comienzo sea borroso, el fin ha de ser concreto y espantoso.

Creo ver, que todo está entre el cielo-cargado de nubes o etéreo- y la tierra que piso. Y no debe ser más complejo que eso. Porque el pensamiento del intelectual lleva todo siempre un poco mas allá, creando a su paso y de la nada huecos de aire, vorágines, que llevan a un desencadenar de pensamientos que jamás terminarán en nada.

Me corrijo, puede terminar en una genialidad terrible, o como casi siempre, en locura.

Hasta que punto, uno puede enaltecer tanto la mente, y en tal camino dañar el cuerpo o al alma. Cuanto uno arriesga, por lo que cree es lo más loable del ser.

Uno es por todo, no sólo por la individualidad de sus partes…que tan mal han sido delimitadas. De manera tan absurda se superponen en pos de vencer una sobre la otra, de someter una a la otra, y todo eso en detracción de la unidad.

Yo no puedo desglosarme. Yo sufro o soy feliz en mi todo.

Y sólo ahí, es donde acepto la vida.

lunes, 27 de abril de 2009

Gabo Ferro en el Konex





La noche es una uva abierta entre los dientes de un niño
que cuando saca la lengua chorrea noche, chorrea vino.
Un vino oscuro que al sol se hace el aire que respiro,

intoxica la memoria, distorsiona lo vivido...

miércoles, 22 de abril de 2009

El sistema Tierra-Luna

La Luna describe alrededor de la Tierra una elipse, por lo que la distancia entre los dos astros varía y también la velocidad en la órbita. Dado que la rotación lunar es uniforme y su traslación no, pues sigue las leyes de Kepler, se produce una Libración en longitud que permite ver un poco de la superficie lunar al Este y al Oeste, que de no ser así no se vería. El plano de la órbita lunar está inclinado respecto a la Eclíptica unos 5º por lo que se produce una Libración en latitud que permite ver alternativamente un poco más allá del polo Norte o del Sur. Por ambos movimientos el total de superficie lunar vista desde la Tierra alcanza un 59% del total. Cada vez que la Luna cruza la eclíptica, si la Tierra y el Sol están sensiblemente alineados (Luna llena o Luna nueva ) se producirá un eclipse lunar o un eclipse solar.

La órbita de la Luna es especialmente compleja. La razón es que la Luna esta suficientemente lejos de la Tierra (384.400 km en promedio) que la fuerza de gravedad ejercida por el Sol es significante. Dada la complejidad del movimiento, los nodos de la Luna, no están fijos, sino que dan una vuelta en 18,6 años. El eje de la elipse lunar no está fijo y el apogeo y perigeo dan una vuelta completa en 8,85 años. La inclinación de la órbita varía entre 5º y 5º 18’. De hecho, para calcular la posición de la Luna con exactitud hace falta tener en cuenta por lo menos varios cientos de términos.

Asimismo, la Luna se aleja unos cuatro centímetros al año de la Tierra a la vez que va frenando la rotación terrestre -lo que hará que en un futuro lejano los eclipses totales de Sol dejen de producirse al no tener la Luna suficiente tamaño cómo para tapar el disco solar-. En teoría, dicha separación debería prolongarse hasta que la Luna tardara 47 días en completar una órbita alrededor de nuestro planeta, momento en el cual nuestro planeta tardaría 47 días en completar una rotación alrededor de su eje, de modo similar a lo que ocurre en el sistema Plutón-Caronte. Sin embargo, la evolución futura de nuestro Sol puede trastocar ésta evolución. Es posible que al convertirse nuestra estrella en una gigante roja dentro de varios miles de millones de años, la proximidad de su superficie al sistema Tierra-Luna haga que la órbita lunar se vaya cerrando hasta que la Luna esté a alrededor de 18.000 kilómetros de la Tierra -el límite de Roche-, momento en el cual la gravedad terrestre destruirá la Luna convirtiéndola en unos anillos similares a los de Saturno. De todas formas, el fin del sistema Tierra-Luna es incierto y depende de la masa que pierda el Sol en ésos estadios finales de su evolución.

martes, 24 de marzo de 2009

sábado, 7 de marzo de 2009

Pueblo chico

Ella pretendía creer en el hechizo. Se le hacia difícil. “Son cosas de pueblo, pero…” Al fin y al cabo eran cosas del pueblo, de su pueblo… Habladurías.

Se decía que su soltería con ya más de 40 en su cuenta, se debía a un hechizo de su único novio de la infancia, quien por celos de la mirada de su novia en otro chiquito de 6to grado, le habría armado una especie de vudú, un sortilegio para que sola se quedara por siempre.

Se le hacia cada vez mas insoportable la duda, se le hicieron duras las miradas de aquel pueblo, sin nada en particular pero siempre abrazado a las macumbas.

Entonces fue que consultó de bruja en bruja, quienes solo le decían “tenga cuidado, mejor sola que mal acompañado, no es él, es su novia”

Su novia era del jet set del pueblo. Su novia era intocable, ni se le podía hablar tan solo porque se consideraría un insulto. Ella y Él jamás se casaron y sobre eso también se hablaba. Siempre se supo de su infertilidad. Fue vox populi su figura lánguida, tísica.

Y entonces solo quedó hablar con Ella o seguir esperando el amor.

- ¿Qué me hiciste?

-Yo nada… ¿que le hiciste vos a él?

- No entiendo. Todos me dicen que sos vos la de la brujería y que por eso no me he casado todavía.

-Que curioso, a mí me dijeron que vos lo volviste infértil a él. Y Ahora que te veo, pareces embarazada, ¿que hiciste? ¡Ay Dios!

Al mes siguiente la solterona parió un hijo, vaya uno a saber de quien, si del espíritu santo o de una bruja de barrio. De Ella, sólo se supo que la internaron de nervios en el alma. Él sigue intacto, como si nada pasara.


De vez en cuando en el infierno chico se encuentra algún diablo.

jueves, 5 de marzo de 2009

"Al sur del Río Salado" de Quodlibet

Para allá mira y se va
no quiere nada que lo distraiga;
como una hoja flota
en la neblina que es eterna.
Nadie llama,
nadie va a estar.
Un reloj y una pulsera
y a cobrarle al patrón;
se anticipa al milagro
y se rasca contra la estaca.
Nadie escapa,
nadie de acá se va.
Ahondando mentiras
el cordero se porta mejor:
una campana
y dos y tres
y al cuchillo se va...
nada mejor para tus sueños
que una salida rápida
y sin confesar.
Para allá mira y se va,
no quiere nada que lo distraiga;
se ríe y festeja
que nadie llama,
que nadie va a estar.

miércoles, 4 de marzo de 2009

If you want to be a hero well just follow me...


Simplemente los invito a disfrutar de la letra de la pequeña y monumental (sólo él era capaz de lograr algo así) canción cuyo título decidí utilizar como seudónimo:

As soon as you´re born they make you feel small

By giving you no time instead of it all

Till the pain is so big you feel nothing at all

A working class hero is something to be

A working class hero is something to be

They hurt you at home and they hit you at school

They hate you if you´re clever and they despise a fool

Till you´re so fucking crazy you cant follow their rules

A working class hero is something to be

A working class hero is something to be


When they´ve tortured and scared you for twenty odd years

Then they expect you to pick a career

When you cant really function you´re so full of fear

A working class hero is something to be

A working class hero is something to be


Keep you doped with religion and sex and tv

And you think you´re so clever and classless and free

But you´re still fucking peasants as far as I can see

A working class hero is something to be

A working class hero is something to be


There´s room at the top they are telling you still

But first you must learn how to smile as you kill

If you want to be like the folks on the hill

A working class hero is something to be

A working class hero is something to be


If you want to be a hero well just follow me

If you want to be a hero well just follow me


Working Class Hero

John Lennon