viernes, 22 de enero de 2010

Ultimo día

- Usted está muerto.
- Pero le digo que no. ¡Que acá estoy!
- Mire su acta de defunción. Lo dice bien clarito. Usted murió hace un año bajo los escombros de un atentado.
- ¿No me esta viendo? Estoy vivo le digo. Entre al sanatorio hace un año por un problema de apendicitis y al rato desperté en la morgue. No me dejaban salir pero me escabullí y lo logre. Y curioso, nadie me creía que estaba vivo, así nomás. Como usted.
- Yo creo en los papeles. Acá está asentado. Mauricio Muriel: fallecido.
Vaya a ver su tumba si quiere. Está en chacarita por lo que me dijeron. Usted ha de ser unos de esos fantasmas que se me cruzan en el ministerio, pero estoy muy seguro. Usted está muerto.
- Mire señor. Yo tengo una hija que me espera y una mujer que desespera por mí al otro lado del camino. ¡Déjeme ir a decirles que no he muerto!
- Vea su tumba. Usted es un espectro clavado en este mediodía. De seguro tiene cuentas pendientes en la tierra y por eso se aparece como una fantasma. Pero a mi no me va a atormentar eh. Que yo no tengo la culpa del atentado. Vaya por esos lados a ver que quedó. Ahí se va a convencer de que su vida se extinguió.

Y fue a la AMIA nomás, todo era un desastre. Desolación. Velas prendidas y sollozos de familiares.
Después me dirigí al cementerio y ahí vi. mi tumba: Mauricio Muriel, Papa ejemplar y excelente esposo. ¡Pero si no siquiera soy judio! Que voy a andar haciendo en la AMIA. Pero así lo dicen.

Vago por las calles tratando de encontrar alguien que me reconozca. Pero no hay caso, todos me miran raro. Será por mi aspecto andrajoso y mi barba crecida, o el pelo revuelto o la mirada esquiva.
No se como llegar hasta mis familiares, ni como decirles que hace un año recorro las calles buscándolos.
Decido volver al cementerio a ver que es lo que enterraron. Fui sigiloso en la noche y encontré mi nicho. ¡Lo abrí y para que haberlo hecho! Allí estaba yo, la barba crecida, la mirada esquiva, el aspecto andrajoso y los resabios de la putrefacción.

Y a veces no nos damos cuenta y nuestros sueños se anclan en los días. Soy un fantasma, ahora lo veo, lo veo y lo creo. Lloro frente a mi propio cadáver como un nene caído de una bicicleta.
Me meto en el nicho. Junto mi alma con mi cuerpo y rezo por volver algún día. A ver la carita de esa niña tan virginal, por ver a mi esposa dejando de llorar.
Es un día raro. Un día de vivo en mi eternidad de muerto. Caigo de bruces al cuerpo y veo una luz que me enceguece. Ha de ser él….que me está esperando desesperadamente.

5 comentarios:

Blonda Normanda dijo...

Y pensar que hay tantos vivos que están más muertos que este.

¡Gran cuento, Micki!

Blonda Normanda dijo...

Y a veces no nos damos cuenta y nuestros sueños se anclan en los días...

Hay que lucharla, no queda otra.

Jajjaa, otra vez yo.

loin d'être un dijo...

Esa parte, que destacaste, GENIAL. Iba a comentar exactamente eso

Anónimo dijo...

Opino lo mismo, esa frase es genial! Bien mica! :)

almendritaa

Paradójica dijo...

Ultimo día. Muy lindo. Seguí escribiendo.

Saludos.