viernes, 12 de febrero de 2010

Dios murió

Dios murió. A sus pies lloraba su madre y rezaba por su alma de hombre crucificado
La sangre trémula recorría todo su cuerpo mientras alrededor todos reían.
Todo era alegría para el vulgo que hoy se daba cuenta de que matar a Dios era mucho más fácil de lo que creían.
Hubo conciencia del asesinato y de su importancia. Los hombres se dijeron magníficos; Su discípulos traidores celebraron la muerte del Dios derrocado. Lo que no supieron fue que su sangre germino el suelo y de él salieron frutos amargos y tallos con espinas idénticas a las de su cabeza.
Pedro fue eregido como el nuevo Dios sobre la tierra y hubo atentados en su contra. La humanidad no podía soportar un Dios terrenal. Desde los comienzos de la historia Dios fue siempre ceremoniosamente altanero e intocable. Fugaz y rezos. La materialización de Díos derretía el orgullo de los mortales que veían sus miserias reflejadas en el espejo del todopoderoso y su omnipotencia.
Lo curioso fue la muerte de los ladrones que lo acompañaban en sus respectivas cruces. Se dice que fueron los únicos semejantes y devotos de él. Fue considerado alta traición humanitaria y se los condeno a morir con su humildad a cuestas al lado de su señor venerado.
Y dicen que las historias carecen de verosimilitud. Pues esta es otra de tantas versiones de cómo pudo haber muerto un Dios sobre la tierra y de cómo cayeron y todavía caen los ramos de olivos sobre sus pies ultrajados.

M.A. .

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